Simulación carcelaria
México
a lo largo de décadas ha padecido un problema tan complejo que hoy se vuelve
una bomba de tiempo, un problema del cual todos tienen conocimiento pero pocos
o casi ninguno actúa al respecto: el sistema penitenciario. Un sistema en el
cual hay más simulación que acción.
Digo
simulación porque desde hace 47 años no ha habido una reforma penitenciaria,
tenemos un sistema débil donde impera la corrupción, la impunidad, la falta de
servicios básicos, la capacitación, la profesionalización, la falta de recursos
económicos y sobre todo la falta de interés por parte de las autoridades de los
tres niveles.
El
pasado 17 de septiembre en la
cárcel de Piedras Negras, Coahuila, se suscito la fuga de 131 presos, los
cuales de acuerdo a informes de la policía salieron por la puerta ayudados por
cárteles del crimen organizado. Sólo de 2011 a la fecha se han registrado 14
fugas en las cuales han escapado 521 reclusos, lo que pone en evidencia el
autogobierno imperante en dichos centros, pero sobre todo la simulación de las
autoridades.
De
acuerdo al último informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH),
el 60% de las cárceles en México están en manos de los reclusos, es decir, las
autoridades no tienen el control de dichos centros.
En
este mismo informe se detalla que las peores condiciones penitenciarias del
país se ubican en los reclusorios del Distrito Federal, Estado de México,
Tamaulipas, Nuevo León, Quintana Roo, Oaxaca, Tabasco, Nayarit y Guerrero.
La
corrupción al interior y exterior de los reclusorios es una las piezas de este
rompecabezas. Y como no serlo, si México se encuentra en el lugar 98 de 178
países en percepción de corrupción (Transparency International 2011). En este
mismo contexto, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP)
estima que en México la corrupción tiene un costo cercano a 1.5 billones de
pesos.
Es
evidente la falta de control existente en estos centros así como la corrupción
imperante fuera y dentro de éstos, sin embargo, el problema no se limita al
autogobierno, pasa también por nuestro sistema de impartición de justicia. De
acuerdo a The World Justice Project (WJP) el sistema judicial penal mexicano
obtuvo el lugar 63 de 66 países evaluados sobre la eficiencia, llegando a la
conclusión de que los problemas que aquejan a nuestro país son debido a que
existen muchas fallas en los sistemas de investigación criminal y proceso
judicial, discriminación en contra de grupos vulnerables, corrupción en los
cuerpos policiales y violaciones al debido proceso.
La
falta de visión por parte de autoridades federales también tiene un gran peso,
ya que en esta lucha contra el crimen organizado no se evalúo la capacidad de
las cárceles ocasionando una sobrepoblación que a decir verdad no es un
problema nuevo. Actualmente siete de cada diez reos federales purgan condenas
en cárceles estatales. La infraestructura está diseñada para 189,397 reos, hoy
por hoy hay 238,269; es decir, existe una sobrepoblación de cerca de 50,000
presos.
El
gobierno no sólo ha perdido el control en algunos zonas del país, también lo ha
perdido en las cárceles, un problema que no es tomado en cuenta muchas veces,
sin embargo, es de vital importancia, ya que de lo contrario estos centros se
convierten en criaderos del crimen organizado.
La
falta de gobernabilidad en dichos centros vuelve vulnerables a los reos a tal
punto que los deja sin opción, ya que los abusos y extorsiones son parte del
día a día, sus derechos humanos simplemente no existen. Es necesario y urgente
replantear el objetivo de estos centros: la readaptación social. No se trata de
tener más presos o cientos de cárceles, lo verdaderamente importante es crear
reformas que tiendan a bajar la incidencia delictiva, las cuales evidentemente
tienen que pasar por el sistema de justicia. Recordemos que en México de cada
100 delitos, 98 quedan impunes.
Cómo
vemos un problema que no tiene que ver solamente con un aspecto, un problema
que sin duda, en los últimos años se ha ido incrementando. Esperemos que el
nuevo gobierno pueda plantear políticas que puedan crear eficacia en los
centros, pero sobre todo que puedan recuperar el control de éstos, de lo
contrario, como mencionó el Ombudsman, estaríamos en un círculo vicioso en el
cual ninguna política de seguridad servirá para dar resultados. Así el tamaño
del problema. Estemos pendientes…
(Texto publicado en la revista D´interés)