Todos oímos?
Pareciera que septiembre sigue siendo un mes de sorpresas y caos
en todo el mundo, hemos visto en los últimos 16 años desde actos terroristas como
el ataque a las torres gemelas en Nueva York en 2001 hasta fenómenos naturales
implacables como los huracanes en Miami y Texas recientemente.
Y México no es la excepción a estos fenómenos naturales, el
terremoto más destructivo de 8.1 grados fue el 19 de septiembre de 1985 cobrando
la vida de más de 10,000 personas, pero el terremoto más fuerte en los
últimos 100 años ocurrió el pasado 7 de septiembre con una intensidad de 8.2
grados, cobrando hasta el momento la vida de 98 personas.
Los estados más afectados fueron Chiapas y Oaxaca, los estados más
pobres del país. En Oaxaca los daños están focalizados en la zona del Istmo,
mientras que en Chiapas se encuentran en todo el estado.
En
medio de la tragedia, la sociedad mexicana su unió al llamado de solidaridad,
apoyando con víveres y donaciones. Hasta ahí todo bien, sin embargo, el asombro
ocurrió cuando oímos en las noticias que un camión había volcado en la
carretera y fue asaltado por los locales robando los víveres cuyo destino eran
los damnificados del terremoto.
Un
ejemplo que nos muestra lo “chueco” que está nuestra forma de pensar y actuar; una
incongruencia que reaviva aquellos dichos colectivos que tanto daño nos hacen
como “el que no tranza no avanza”. Probablemente muchas de las respuestas que
buscamos cuando vemos a nuestra clase política se encuentren en este tipo de
ejemplos. A veces no basta ir tan lejos para encontrar respuestas.
Si
tuviéramos que dibujar lo que siente México hoy en día, nuestro boceto sería la
desconfianza, esa falta de credibilidad hacia las instituciones y lo más grave hacia
su propia gente. La corrupción y la inseguridad son solo los efectos de esta
falta de cohesión social.
¿Pero
ante qué estamos?, El sismo del 85 marcó un antes y un después en México, marcó
el inicio de la llamada sociedad civil, esa colectividad unida y organizada
hacia un mismo fin. Hoy valdría la pena preguntarnos ¿qué cambio traerá este
fenómeno natural en la sociedad?, ¿hemos cambiado la forma de ver a los demás,
de vernos a nosotros mismos, de asumirnos como parte del todo?.
Aún no tenemos clara la dimensión de la tragedia que dejo el
terremoto, las cifras son preliminares y no se conoce el panorama real de los
municipios afectados. El problema cobrará importancia conforme pasen los días y
la ayuda empiece a escasear al igual que la cobertura y se difundan irregularidades.
Todo tiene una razón de existir y es evidente que todos estos
fenómenos naturales son producto de una falta de consciencia del mundo, son un
llamado a los seres humanos (incluidas todas las esferas sociales) a
concientizarnos del papel que estamos haciendo en este mundo.
Texto publicado en Revista D'interés