Preparándonos para el 2018


Cuando nos preguntan a los mexicanos cuál es el gran problema de nuestro país, la respuesta automática es el gobierno. Y el gobierno entendido como el todo, el presidente de la república, funcionarios, clase política, instituciones, modelo político, económico, medios de comunicación, etc., pero pocos diríamos que somos nosotros.

Por costumbre, instinto o comodidad es más fácil mirar hacia fuera que hacia dentro. Esto no quiere decir que lo externo no sea el problema. Nuestro actual contexto nos dibuja un ciudadano atomizado, sobresaturado y por ende disperso. Si bien, tratar de minimizar el problema a un solo lado es poco objetivo, es importante mirar donde podríamos empezar a cambiar. Y sin duda ese inicio es el hogar.

¿Cuántos de nosotros crecimos con aseveraciones en nuestras casas que eran ley porque eran dichas por nuestros padres? Frases como “El que no tranza no avanza”, “Para triunfar hay que chingar”, “Ponerse guapo”, “Con dinero baila el perro”, “La moral es un árbol que da moras” han sido sembradas en lo más profundo de nuestra conciencia por el núcleo más fuerte de aprendizaje que es la familia.

A lo largo de la historia la humanidad ha experimentado procesos de transformación, algunos cortos, otros no tanto. Mi generación (millennial) es privilegiada por vivir dos: el cambio tecnológico-científico y el cambio de conciencia. Este último más complejo que el primero ya que implica elevar nuestra responsabilidad de sembrar el cambio.

Solo a través del conocimiento será que podamos elevar nuestro nivel de conciencia para reconfigurar nuestro propio actuar así como con los demás. Para ello tendremos que reestructurar nuestra educación. Una educación que debe estar fortalecida en dos pilares: los valores (aprendidos en casa) y el conocimiento (ciencia y tecnología-escuela).

La fórmula del candidato ideal

En septiembre inició formalmente el proceso electoral que definirá más de 3,400 cargos el domingo 1 de julio de 2018, las elecciones más grandes que hemos vivido en la época moderna de nuestro país.

De acuerdo al último estudio de Latinobarómetro (octubre 2017) sólo 9% de los mexicanos confía en partidos políticos, el nivel más bajo en los últimos 22 años y por si fuera poco, solo 20% aprueba la actual administración del presidente Peña Nieto, la cual consideran solo trabaja para unos cuantos.

Ante la crisis de confianza que vivimos hacia las instituciones y por ende hacia nosotros mismos, ¿cómo podríamos volver a creer en un candidato?.

Construir una candidatura es un proceso complejo, implica estrategia y diversos tipos de recursos. Si pudiéramos elaborar un candidato ideal para las próximas elecciones, independientemente de sus habilidades y cualidades, debería tener una fórmula difícil de diseñar ya que es sencilla y a la vez compleja, se llama: coherencia.

La coherencia es el talón de Aquiles de todos los candidatos. Para que pueda haber credibilidad debe haber coherencia entre lo que el candidato dice y hace. Es así de sencillo y complejo a la vez.

Estamos en un momento crucial en la historia de las campañas políticas, donde fenómenos que en el pasado funcionaron hoy no lo harán. Formulas como el candidato galán se han explotado de manera irracional, hoy están vetadas por la ciudadanía. Hoy ser joven no es sinónimo de nuevas practicas y mucho menos de éxito.

Un ejemplo claro lo estamos viendo con los candidatos independientes que han tenido muchos problemas para recolectar firmas, ya sean problemas técnicos, de estructura o simplemente porque no tienen credibilidad. La mayoría de ellos provienen de un partido político, son pocos (Kumamoto por ejemplo) los que realmente son ajenos a un partido político. Su principal problema más allá de los problemas técnicos (que los hay como la app del INE) se llama coherencia.

Un candidato coherente generará conexión con la ciudadanía, autenticidad, redes, comunicación offline y online eficaz, competitividad, credibilidad y por supuesto votos.

2018 será una de las elecciones más polarizadas, saturadas y costosas que hemos vivido. Veremos un escenario donde será tal el grado de información que exista en los ciudadanos que difícilmente podremos diferenciar que información es real y cual no.

Existen muchas teorías que estudian la decisión del voto, sin embargo, es un hecho que las elecciones se basan en emociones más que en razones y en esta lógica se moverán todos los esfuerzos de campaña.


Por ello, para que una sociedad pueda progresar y mejorar sus practicas democráticas, su sociedad debe estar cimentada en pilares de conocimiento. Estemos pendiente…
Texto publicado en la Revista D'interés

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