Después del día D
Para
muchos tomó por sorpresa el resultado del domingo 1 de julio, sobre todo porque
existía la duda si dejarían pasar a López Obrador. Con una diferencia
significativa el candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia logró el
52.9% de la votación (más de 24 millones de votos), por debajo quedó Ricardo Anaya
(22.4%), José Antonio Meade (16.4%) y Jaime Rodríguez El Bronco (5.1%).
Sin
duda, estamos hablando de un movimiento social cuya raíz no se gestó ahora y se
encuentra en la idea de un cambio y un castigo. Un cambio que promete acabar
con la corrupción y los malos gobiernos y un castigo hacia la clase política
gobernante.
El
fenómeno Obrador fue de tal dimensión que no sólo logró arrebatar la
Presidencia de la República al PRI, sino logró 5 de las 9 gubernaturas en
disputa (CDMX*, Morelos, Veracruz, Chiapas y Tabasco), tener mayoría en más de
17 Congresos Locales y ser la primera fuerza política en el Senado y la Cámara
de Diputados.
Un
escenario inmejorable para el virtual Presidente de México, un presidente que
tendrá el poder para hacer lo que quiera, ya que no tendrá una oposición que
pueda frenarlo. Bajo este contexto, la pregunta no es cómo le va ir al nuevo
presidente, sino cómo el poder podrá limitarse y evitar una hegemonía como
antes del 97. Morena no ganó gracias a la ayuda de otros partidos o sindicatos,
ganó gracias a un personaje.
EL
REACOMODO DE FUERZAS
El
PRI atraviesa el peor momento en su historia, donde necesariamente tendrá que
reconfigurar su estructura pero sobre todo entender que el tema fue corrupción
y descaro. Se queda con 12 gubernaturas en todo el país, y de las 9 en disputa
no ganó ninguna. Muchos militantes y figuras políticas de este instituto ahora
están en Morena.
Morena
podría ser el nuevo PRI, habrá que ver si tiene la capacidad de formar
estructuras solidas así como mantener la disciplina de la mayoría de sus
integrantes. La mayor oportunidad y riesgo de Morena está en lograr ser más que
la imagen de un hombre.
El
PAN supondría ser la oposición de Morena, sin embargo se encuentra débil,
dividido, y con solo tres gubernaturas ganadas donde solo en una tiene mayoría
en el Congreso Local (Puebla, Guanajuato y Yucatán), así como la división al
interior del partido, lo cual presupone una desfigurada oposición al inicio.
El
PRD se convertirá en una franquicia que puede ser absorbida por otro partido.
Por su parte el PES y PANAL están en riesgo de perder su registro. Los partidos
pequeños más que aportar a la vida democrática son un gasto innecesario, ya que
funcionan más como franquicias de los partidos grandes.
LA
LUNA DE MIEL
Bajo
este contexto López Obrador gozará de una luna de miel que tiene caducidad, no
es eterna. A diferencia de Fox, tendrá una posición inmejorable que le
permitirá prácticamente hacer cualquier cosa. Ojalá pueda hacer y mostrar los
cambios que exige la sociedad (corrupción y seguridad) de lo contrario corre el
riesgo de acabar como los demás.
La
sociedad sigue estando enojada, si bien castigar al PRI en las votaciones bajó
la presión social, ésta no ha desaparecido, sigue latente y si no encuentra
cambios palpables puede surgir con más fuerza.
Los
tiempos cambian y no es lo mismo gobernar el Distrito Federal (hace 17 años)
que un país tan complejo como lo es México. Habrá que esperar cual es el estilo
de gobernar de López Obrador y si éste cambiará o seguirá siendo el mismo. Por
lo pronto, el discurso de confrontación que lo caracterizó por años
desapareció, hoy vemos a un Andrés Manuel más sereno, conciliador, aunque no
necesariamente tolerante.
Las
redes sociales fueron sus aliadas en este proceso, pero también pueden ser su
talón de Aquiles. Andrés Manuel goza y sabe ser un candidato, habrá que ver si
también goza y sabe ser un presidente.
En
una democracia el poder debe tener instituciones fuertes y autónomas que puedan
ser contrapesos para lograr un equilibrio. El gran reto de este nuevo gobierno
será fortalecer a dichas instituciones y no caer en el error de capturarlas.
Crear esperanza es sumamente sencillo comparado con dar resultados. El candidato
antisistema ganó, todo lo que criticó podrá cambiarlo o dejarlo igual.
Texto publicado en la Revista D'interés